Este documental nos muestra cómo nacemos con un determinado temperamento, moldeable, eso sí, con el tiempo, pero siempre el mismo.
En los niños más tranquilos se observa una mayor actividad (mayor amplitud de honda a) en el lóbulo central derecho mientras que en los niños con más temperamento esta amplitud de honda es muy exagerada en el lóbulo central izquierdo. Este experimento rompe con la creencia de que el carácter de los niños va en función de cómo se comportan los padres con ellos, dejándonos claro que es exactamente al revés, los padres actúan de maneras diferentes en función del carácter de cada uno de sus hijos.
Tras hacer el mismo experimento a lo largo
de los tres primeros años de diferentes niños, determinan que los recién
nacidos tienen los sentidos plenamente desarrollados y la habilidad de asimilar
y procesar la constante avalancha de imágenes, sonidos, sentimientos y
movimientos que están a su alrededor. Las emociones que transmite o comunica el
ser humano se dan desde el momento en el que nace, con el llanto en cuanto
tiene una necesidad o, a partir del primer mes de vida, con la sonrisa. Las
primeras interacciones con alguien que le quiere, son muy importantes para que
el niño aprenda a sonreír. Sin esa persona, el bebé tardaría mucho más tiempo
en hacerlo. Ya a partir de los tres meses los
bebés ya son capaces de expresar las primeras emociones que son frustración,
ira, sorpresa y placer.
Por otro lado el documental demuestra cómo a partir de los
10 meses el bebé es capaz de actuar conforme a las recomendaciones gestuales de
su madre y aprenden a buscar consejo en la
expresión del rostro de sus progenitores. Cuando no los tienen cerca y necesitan calmarse se tiende a una
autorregulación mediante canciones u otros.
Cuando el niño
comienza a tener consciencia de sí mismo (alrededor de los dos años) aparecen
emociones complejas como son el orgullo y le vergüenza, las
cuales se encuentran dentro del grupo de las emociones morales. La
manifestación de ambas emociones depende del temperamento del niño y puede
tener diferentes matices en su expresión, como el bochorno o la negativa a
admitir el fracaso, entre otros.
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